"Quiero seguir narrando historias"

Hay talentos que dan gusto descubrir.  Andrés Cepeda tiene dos evidentes: el de cantar y escribir canciones. Otros, menos obvios, los detectas una vez lo tratas. Quizás en un concierto o en televisión los puedes intuir, pero no comprobar. Estoy hablando de su sencillez combinada con su profesionalismo, de su capacidad de tener sus pies puntiagudos en la tierra. 

Quizás en su trato amable está la clave de su carisma. O en la energía que le imprime a lo que se propone. ¿Qué hace un ganador de Grammy Latino en la sala de redacción de una revista? La respuesta, después de haber leído la editorial, se vuelve simple: preparar una edición, cuyo tema central es el amor. En la redacción no sabíamos cómo aproximarnos, partimos de esa limitación para reportearlo. 

No se considera un experto, pero nosotros sí. Por eso lo llamamos, solicitamos su ayuda como quien analiza una resonancia magnética buscando  una respuesta. Con la responsabilidad involuntaria de llenarnos la página en blanco, un lunes de septiembre fue a la oficina con una vieja libreta de apuntes y un bolígrafo incondicional. Sí, el autor de Hasta que venga la mañana Luna llena se sentó con nosotros a planificar los contenidos que el lector encuentra a continuación. Sin preámbulos, como si lleváramos rato trabajando, cada sección, cada texto, foto e ilustración fueron discutidos en un consejo ágil y ameno, sin restricción de ideas. Todas las propuestas fueron escuchadas. Al final, por falta de espacio, fue imposible plasmarlas en su totalidad.  

Inspirados en el libro del escritor Raymond Carver, partimos de la pregunta ¿De qué hablamos cuando hablamos del amor? Andrés no sabía la respuesta, pero supo guiarnos en la selección y ejecución de textos. Al final, aunque dejó la casa organizada, no se podía ir de la redacción como quien se despide para volver a verlo a la mañana siguiente, en el puesto de siempre. Antes de comenzar la lectura de esta edición, repasamos su larga carrera musical,  recorrida con sus pies puntiagudos."En el último recital de Poligamia, al tocar Desvanecer, nos dimos cuenta de que tenemos un corazón sensible. No nos olvidan".

Todo empezó en el colegio. Su vida artística arrancó cuando usted no sabía para lo que estaba hecho.
Juan Gabriel Turbay, Gustavo Gordillo y yo nos conocemos desde los 5 años. Estábamos en el colegio San Carlos y nos hicimos amigos porque los tres estudiábamos piano. Estuvimos durante la primaria. Posteriormente, nos reencontramos en otro colegio, que se llama Emilio Valenzuela. En bachillerato creamos Poligamia. Juan Gabriel ya había hecho su primer demo y nosotros nos animamos a hacer el nuestro, como grupo. Puedo decir que ahí empezó la fiebre de la banda. En el camino se unieron César López y Freddy Camelo. Participamos en un concurso organizado por Radioacktiva, nos lo ganamos y tuvimos la oportunidad de grabar más canciones. 

¿De qué se trató el premio?
Consistió en la difusión de temas, estábamos en segundo o tercero de bachillerato cuando sucedió. Pasamos de concursar para las murgas intercolegiales a escucharnos en una de las cadenas radiales más importantes. Lo sentimos como un torbellino que sacude la rutina colegial. Si pudiera regresar en el tiempo, lo viviría igual, de idéntica manera.

¿Qué se sentía oírse en una emisora, en una época donde la radio era la principal proveedora de novedades musicales?
Fue una cosa inconcebible, todavía se me eriza la piel.  Nos llamaron para conciertos, apareció una disquera para editar álbumes, realizar videos, fue una realidad absurda y sorpresiva, que a cualquiera puede trasnochar. Vivimos muchas experiencias juntos, éramos un verdadero equipo, eso permitió que la amistad fuera muy intensa, se fortaleciera desde la adolescencia.

¿Cómo fue la separación? ¿Fue el fin de un sueño juvenil?
Cuando acabamos el grupo lo hicimos respetando la amistad. Supimos que cada uno tenía diferentes lugares a donde ir, terminamos tristes, con amargura, en mi caso sin ánimos de continuar en la música. Reinventarse no es fácil, necesitas reponerte de un duelo que puede durar meses o años. Sin embargo, tuvimos la ilusión de ver cómo nos levantábamos.  Hoy puedo decir que aprendimos muchas cosas de nuestro oficio y de la vida. Por eso conservamos el vínculo.

¿Tuvieron diferencias? ¿Hubo conflictos? 
La música da respuestas. Voy a hablar en presente porque Poligamia sigue viva: estamos unidos, cualquier discrepancia se borra cuando ensayamos o vamos a un concierto. La agrupación se vuelve una suerte de vacaciones de la vida de los cinco integrantes. A veces nos juntamos cuatro días, dejamos a un lado nuestras realidades cotidianas y nos metemos en la fantasía de tener un grupo. La tuvimos y, por unos días, la podemos tener.  

¿Cuál fue el secreto? Las canciones Mi generación y Desvanecer, grabadas a principios de los noventa, cada día se escuchan mejor.
Fue por una serie de casualidades. El hecho de que el grupo existiera, el hecho de que Juan Gabriel ya hubiera grabado demos en un estudio, el hecho de que él se enfermara el día que nos tocó el turno... La primera vez que grabamos -con mucho esfuerzo conseguimos la plata en el colegio-, el vocalista se enfermó.  Me tocó remendar y canté Desvanecer. Mi voz se dio a conocer en el concurso. 

"Carlos Vives es un referente, Fonseca es mi hermano, a Juanes lo admiro, soy fan de La Pestilencia, me gusta lo que hacen Monsieur Periné, Sebastián Yatra y J. Balvin”.

¿Tenía entrenamiento vocal?
De pequeño estudié piano, había estado en el coro, pero nunca tuve clases de técnica vocal. Canté el día que Juan Gabriel se enfermó para solventar la situación, nada más. Nunca imaginé que una canción grabada con semejante desparpajo siga vigente.

Poligamia tuvo una serie de televisión.
Mi generación fue un tema respaldado con una serie que se atrevió a narrarla. Los integrantes éramos los protagonistas. Fue una generosidad tremenda de Caracol Televisión permitirnos hacer ese proyecto, que duró pocos meses al aire.

Poligamia fue un acierto en su trayectoria. Dígame otro que haya sido determinante. 
He vivido circunstancias que me dan la oportunidad de estar aquí. Por ejemplo, la oportunidad de estar en La voz tiene mucho que ver. En un principio no quería hacer el programa, me daba miedo estar en televisión, era ajeno al medio. Me insistieron, finalmente cedí y esa experiencia me dio el chance de compartir mi personalidad como mentor y juez.  

Usted y Luis Miguel Olivar, su mánager, se conocen desde los tiempos de Poligamia. Siguen trabajando juntos. A ustedes los rodea un equipo liderado por su esposa Elisa Restrepo. 
Les agradezco mucho, a mí me va bien porque a ellos les va bien. Si no fuera por Elisa, que es un oxígeno en mi carrera, y por el negro, todas esas ideas y locuras que se me ocurren estarían en el aire. Me gusta trabajar, hago mis vainas, pero si no contara con el equipo comercial, de producción, sería muy berraco. Miguel y Elisa tienen mucho que ver en lo que soy. Me dicen “¿tienes muchas ganas de hacer esto? Venga, hagámoslo así, este tipo se lo financia, este otro lo promociona, con este otro hacemos lo siguiente”. Ellos son los estrategas de mis propuestas. 

Es empresario. Hace poco terminó las funciones el musical Cepeda en tablas, abrió dos restaurantes, disco nuevo, el próximo 25 de noviembre se presentará en Isla Morada, hace poco estuvo en México y Ecuador. ¿Tiene tiempo para descansar?
A medida que voy alcanzando mis metas, los horizontes se amplían y mi cabeza se alimenta de ideas. Mi plan básico es seguir haciendo música, producir discos, narrar historias. ¿Cómo? ¿Con quién? Eso lo voy definiendo sobre la marcha, pero sé que tengo unos rieles artísticos muy claros. No me niego a nuevas experiencias, en los últimos cinco años he conocido gente increíble que cambió mi perspectiva. Me han permitido pensar que mi carrera tiene un aire que aún no conozco y quiero descubrir. 

Hace poco lanzó Magia, con Sebastián Yatra, un tema volcado al pop que tiene más de 41 millones de reproducciones en Youtube. En paralelo editó el disco Andrés Cepeda Big Band, que es una apuesta al bolero, en su máxima expresión musical. 
Son dos mundos distintos, la primera es pop, masiva y bailable, me dio gusto hacerla con mi amigo Sebastián. Tengo derecho a recrearme con otras cosas. No puedo mezclarlas en un solo trabajo, sería rarísimo. Que me atreva a experimentar un género no significa que vaya descuidar al otro. 

"Vivimos en ciudades con pocas posibilidades de educarnos. En esa medida, Andrés Caicedo es valioso para el que quiera escribir".

Escribió Mientras más pasaba el tiempo, Carmelina, entre otros temas. En su repertorio conviven letras escritas por usted y por otros autores. ¿Cómo es la curaduría para elegir a qué ponerle voz?
Hay gente que conoces y te identificas con su escritura. Me acaba de pasar hace poco con Julio Fowler, un compositor cubano. Tiene unas canciones que me llenan, que inspiran un proyecto en el que estoy trabajando, mezcla de su aporte y el mío que me llevan  a Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, aunque más modernos. Volviendo al punto de la pregunta, es difícil escribir y cantar sus canciones al mismo tiempo y lograr que todo salga bien. Es jodido no repetirse, que el estilo no te aplaste. Tener talentos que apoyen y den ideas de otras cosas revitaliza la carrera.

¿De qué hablamos cuando hablamos del amor? ¿El amor es una suerte de objeto de estudio? 
Es mi gran tema. Se fue dando poco a poco y al final me di cuenta que es lo único que quiero hacer. Desde siempre me ha llamado la atención el poder de las emociones, ser testigo de los efectos que tiene la música sobre una persona.

Ya fue director de revista ¿qué le queda por hacer?
Sueño con una banda de rock integrada por tres o cuatro colegas. Será un dream team, algún día los convenceré. El rock siempre vivirá, no necesita que nadie lo quiera, es una bestia que, frente al mercado actual, se ve retada. Es una expresión natural de la gente que  no tiene que estar de moda para sentirse vivo.

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