Fui a ver una presentación de una radio, en la que cantó Andrés con Poligamia. La verdad, no lo conocía. Verlo en el escenario me dio una dimensión de lo que era. Esa noche, sin proponérmelo, vi su potencial. Me gustó su voz, recuerdo que quise llevármelo para que hiciéramos algo en FM Discos. "Este pelao tiene madera", me repetí una y otra vez. Me llevé esa impresión sin saber que luego, muy pronto, la iba a retomar.
Pasó el tiempo y un día Luis Miguel Olivar llegó a mi oficina con el proyecto Sé morir. Era una idea similar al álbum que terminó vendiéndose. Lo tenía diseñado para que lo cantara una persona que francamente no veía haciéndolo. Ese instante evoqué la noche del concierto de la emisora.
-¡Traigan al peludo!
Luis Miguel me miró sorprendido
-¿A quién?
-Al alto, de crespos, flaco él.
-¿A Cepeda? No, ese loco no quiere nada, quedó aburrido con la desintegración de Poligamia.
-Tráigalo y hablamos del disco.
Finalmente, lo convenció; fijamos una cita y, cuando nos íbamos a ver, canceló. No nos dimos por vencidos, la reprogramamos para una fecha indefinida. Tarde o temprano hablaríamos los tres. Una tarde, sin avisar, llegaron a la oficina. Echamos carreta un rato. Definitivamente, él estaba decidido a no volver a ser cantante. Le propuse que hiciéramos un disco sin muchas pretensiones, a ver qué pasaba. Nada íbamos a perder con intentarlo.
Llegamos al estudio. Me encantó lo que hizo, tenía una voz encantadora, diría que perfecta para Sé morir. En una de las jornadas en el estudio, llegó Alberto Vásquez a echarme el cuento del embrujo. En resumen, cuando los muchachos de Poligamia hacían promoción, Andrés cogía la guitarra y mamaba gallo con Embrujo, la cantaba y todos en el camerino quedaban enloquecidos. Eso había que grabarlo, le dije que lo hiciéramos y, como era de esperarse, se negó. Le prometí que solo si quedaba buena, la incluiríamos en el disco.
Se volvió un hit. Cuando digo que el disco lo sacamos sin ninguna pretensión es porque fue así. De repente fue cogiendo fuerza inesperada en la radio, Andrés tenía mucho seguidor de Poligamia que terminó adhiriéndose a sus primeros pasos como solista.
Organizamos toques, los sitios se quedaban pequeños. La gente no podía entrar; me acuerdo que le sugerí a Luis Miguel que no abriera tanto los espacios, porque si lo hacía muy grande, se iba a ver solo. Se empezó a mover la cosa con una fuerza inesperada. Nos tocó contratar vestuarista porque Andrés poco paraba bolas a la presentación personal. Seguía dos días las recomendaciones y regresaba a su look bohemio.
Una noche se puso una corbata y le dijimos que no se la quitara. Tomamos unas fotos y ahí se dio cuenta de que la presentación iba a ir de la mano con lo que estaba haciendo. Buscamos un equilibrio entre él y su esencia. Cuando sacamos el Carpintero del amor, su segundo disco, la apuesta estaba hecha: era la prueba de fuego para ver si íbamos a ser capaces de sostener su éxito inicial.
El resto es historia. El público lo vio como un cantante de verdad, demostró que no era solo artista de un álbum. Andrés nos la puso fácil. Él ya venía con el bolero en el alma, su experiencia en Poligamia fue importante para que todo se diera con naturalidad. En una reunión de producción le dije que debíamos acercarnos al pop para que figuráramos en la radio, incluso le sugerí que hiciéramos un reggae, mucho tiempo después grabamos Un ratito, otro de sus clásicos.
Han transcurrido 19 años desde que apostamos por Sé morir y Andrés sigue siendo el mismo. La capacidad de saber transmitir es la clave de su trabajo, lo que él canta lo proyecta con originalidad, sabe involucrarse donde puede aportar algo. Es un intérprete de su tiempo, entiende los cambios generacionales y atiende las demandas propias. Sabe escuchar y, ante todo, es fiel a sus convicciones.
Sé morir', 'El carpintero', 'Siempre queda una canción', 'Canción rota', 'Para amarte mejor', 'Día tras día' y 'Lo mejor que hay en mi vida', álbum ganador del Grammy Latino, fueron editados por FM Discos.
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