Si el mundo tuviera ocho y no siete maravillas, la Catedral de Sal de Zipaquirá sería la octava. Esa fue la impresión que tuvo Andrés Cepeda siendo niño, cuando vio por primera vez la magnífica construcción dentro de las minas de sal de ese municipio de Cundinamarca.
La imponencia de una mina formada por depósitos de sal de más de 200 años en una montaña colombiana, con un escenario místico dentro, marcó la memoria del artista bogotano que hoy, más de treinta años y trece álbumes después, se lanza a conquistar acústicamente ese lugar.
Bajo la tierra 180 metros, internado en el corazón de la mina, Cepeda y un equipo de 70 personas instalarán instrumentos, amplificadores, cables, luces, dispositivos de 'mapping' y toda la mística experimental en las naves y el espejo de agua de la catedral para hacer un recorrido que revivirá sus facetas acústicas, roqueras y tropicales.
Los tres ambientes condensarán el cuerpo del concierto ‘Sal de la tierra’, con el que Cepeda quiere volver a la música en vivo, aun con la restricción de no poder hacerlo ciento por ciento presencial con su público.
La experiencia subterránea de Cepeda desde la mina de Zipaquirá será transmitida en 'streaming' y busca reformular las maneras como el artista bogotano ha presentado tradicionalmente su música. Un poco más en sintonía con las exploraciones de la industria del entretenimiento mundial por encontrar nuevas experiencias musicales, más sobrecogedoras o impactantes, como la reciente gira del holograma de Whitney Houston (fallecida en 2012), presentada a inicios de este año.
‘Sal de la tierra’ será el puente entre Cepeda y su público, así como con sus músicos y técnicos, a los que la pandemia afectó fuertemente al paralizar el trabajo de montaje de conciertos. También será la aventura de desencriptar un escenario con paredes de sal, único en el mundo, a través de treinta años de carrera musical.
Este es un proyecto que soñó de niño, cuando visitó la catedral por primera vez......
”Resulta que mi abuelo paterno era de Zipaquirá y él me llevó en un principio a conocer la mina y después, la catedral. Y como tuve la ilusión musical desde muy chiquito, pues una de las primeras cosas que imaginé fue un concierto allá, me parecía un sitio fantástico, con unas características acústicas bien especiales. Era como un sueño muy guardado.
Ahorita que estábamos en cuarentena, y pensando en la posibilidad de hacer un show virtual, traté de buscar lugares icónicos de la ciudad o del entorno cercano y se me vino a la cabeza ese recuerdo de la catedral. Al principio era una idea muy loca, pero a medida que visitábamos otras posibilidades empezaba a cobrar más sentido porque nos permite crear una serie de ambientes que visualmente son muy bonitos, además de la parte acústica. Al no tener público no tenemos que amplificar el sonido, entonces los instrumentos se pueden capturar de manera muy natural, los que son acústicos”.
Está explorando un escenario monumental, pero con una intención muy íntima...
Eso ha sido una locura porque hay que sortear una serie de asuntos técnicos que normalmente uno no enfrenta al montar un concierto, pero también es parte de las cosas que estamos entendiendo dentro de las nuevas maneras de hacer las cosas. "Me imaginaba los conciertos que han hecho grandes bandas de rock en lugares icónicos del mundo, unos en el Coliseo romano, otros en las pirámides y, bueno, muy modestamente y desde mi propio entorno me parece que tenemos este escenario maravilloso de la Catedral de Sal, en Cundinamarca, que podemos poner también para que gente en otro continente se le despierte la curiosidad".
¿Cómo ha imaginado ese momento?
Es una cosa muy curiosa porque hemos estado ensayando y preparándonos. Hace más de cinco meses que no tocamos, y eso hace que cada uno de nosotros tenga que volver a ponerse en forma. Por otro lado, la emoción de volvernos a juntar, nosotros somos un grupo de músicos y técnicos muy unidos que nos convertimos como en una extensión de la familia. Pero hay un elemento novedoso y es que no va a estar el público ahí presente, no lo voy a poder escuchar ni ver, entonces tiene que haber un ejercicio de la imaginación. Ahí me vuelvo a remontar a la niñez, cuando conocí la catedral, en esos momentos en que yo apenas soñaba con hacer lo que hago hoy en día, llegaba del colegio, cogía una raqueta y me imaginaba que estaba en un gran concierto, dando un recital y que recibía esos aplausos. Creo que va a ser un poquito jugar a eso mismo.
Me imaginaba los conciertos que han hecho grandes bandas de rock en lugares icónicos del mundo, unos en el Coliseo romano, otros en las pirámides y, bueno, muy modestamente y desde mi propio entorno me parece que tenemos este escenario maravilloso de la Catedral de Sal,
¿Cree que la música estaba muy cómoda en la antigua normalidad?
Son muchas las circunstancias. Primero, uno no se pone tan creativo sino que sigue lo que normalmente hace, que es visitar los escenarios habituales. Por otro lado, la catedral es un escenario que si estuviéramos en la normalidad como la conocíamos, pues poder hacer un montaje como estos sería imposible porque normalmente estaría lleno de personas. Creo que nos deja el aprendizaje, para cuando podamos volver a hacer cosas, de ser más recursivos y creativos a la hora de inventar la manera en que presentamos nuestros 'shows'.
¿La pandemia ha hecho que se valore mucho más la propuesta de autor, el concepto por encima del entretenimiento?
Esta circunstancia que hemos estado viviendo de alguna manera filtra artistas sobre figuras de entretenimiento. No todas las figuras que vemos haciendo música de pronto pueden hacer un ‘en vivo’ o coger la guitarra en una participación en un festival de una manera acústica. Ahí el cantautor tiene un espacio especial que antes no era tan visible, y eso es bien interesante.
¿Podría decirse que ‘Sal de la tierra’ es una cúspide de su faceta acústica?
Pasan varias cosas, hay una parte de este concierto que es una aproximación más acústica a las canciones, pero hay otra mucho más roquera y otra de un sonido mucho más tropical; pero en cuanto a la exploración de grabar 'in situ', en una locación, definitivamente sí es una cúspide.
¿Cree que la música aporta genuinamente algo en medio de la crisis, o solo sobrevive como todo lo demás a su lado?
Sí hay un afán de la industria de permanecer y generar, pero también creo que todos nos hemos dado cuenta de que si algo nos ha acompañado en este período ha sido la música, ha sido utilizada para enviar mensajes o hacer convocatorias. Para mí es mi gran compañera, y creo que para mucha gente también, sobre todo en esas primeras semanas de adaptación, que fueron de las más difíciles.
¿Cómo hace para mantener su identidad artística sin ceder ante las presiones del mercado?
He sido afortunado en encontrar un balance, y en la búsqueda de un sonido fresco me ha ayudado. Siempre he querido aprender un poco más y experimentar más musicalmente y, de pronto, eso me ha permitido tener esa vigencia durante tanto tiempo y haber acompañado a tantas personas.
Creo que mientras uno tenga esa inquietud, esa adolescencia durante mucho tiempo, va a seguir buscando. Precisamente, mi último disco lo hice buscando conectarme con los sonidos de la gente que yo estaba escuchando en la radio y conociendo. Yo quería incorporar elementos de lo que ellos hacían a lo mío, y de ahí nacieron las colaboraciones que hice en 'Trece'. Eso me ayudó a refrescar mis recursos a la hora de producir y componer.
¿Qué aprendió haciendo ese nuevo disco?
Hay dos momentos, uno fue cuando estaba trabajando en el estudio con Mauricio Rengifo y Andrés Torres, haciendo la canción 'Déjame ir', ahí empecé a entender una serie de conceptos en cuanto a la producción que eran novedosos para mí: maneras como utilizaban las herramientas que a mí no se me hubieran ocurrido, maneras como producían las partes vocales, y hubo un aprendizaje.
Pero hubo otro momento, con 'Para extrañarte', en que el proceso sí fue completamente a la antigua, es una canción que me mandó un amigo, el ‘Mono’ Osorio, que desde el primer momento me tocó mucho, muchísimo, y su proceso fue completamente visceral, cero racional. Las dos canciones las adoro, son muy importantes para mí en el álbum. Y en un disco ojalá que haya diferentes maneras de sentir las canciones y de acercarse a ellas.
¿Qué es lo que más admira de los nuevos músicos colombianos?
A mí me gusta que ellos han entendido desde mucho más temprano el compromiso profesional y la seriedad que este trabajo necesita. Nosotros fuimos más empíricos e ingenuos al entrar al asunto musical y nos demoramos más en entender lo importante que era estar bien preparados y afilados a la hora de entrar al estudio, de ponerse a escribir o de salir a hacer los 'shows'.
Estos chicos desde muy temprano en sus carreras asumieron unas actitudes superpositivas y profesionales que los han propulsado muchísimo. Eso es una cosa muy bonita que tienen y que yo les admiro mucho. Y también, que son atrevidos, así como yo de sardino fui atrevido y me metí a esto, a hacer lo que realmente me gusta, ellos se lanzan con toda la confianza a hacer lo que adoran.